martes, 14 de agosto de 2012

“El juguete olvidado de Dios"




Éramos uno, una vez. En la tarde, en la noche
y en el eterno amanecer.
Fuimos rosas color piel
y nuestras espinas las mismas palabras.

Fue en el cielo donde nos conocimos
pero en la tierra nos fusionamos
y el error por ser humanos
cometimos el pecado.

Nos gustó aquel sabor
el olor estar manchados
y aquellos, nuestros pares
a nosotros desterraron.

          Un día en el tiempo, se conocen dos ángeles. Creyendo escapar del ojo de Dios roban dos cuerpos para visitar la tierra, "el juguete olvidado de Dios". Al llegar a tierra dejan de ser neutros y comienzan a sentir. Uno de ellos como mujer y el otro como hombre. Están en cuerpos desgastados pero con el alma pura como la de un niño. Comienzan a recorrer y a recordar como era ser humano, y ven ese producto e impotentes nace la angustia. ¡Oh dichoso sentimiento! ¿Mejor o peor que el fruto mismo del limonero? no lo saben solo lo gozan. Perdidos en los senderos del limonero se inclinan a recordar otros sabores y llegan a una encrucijada, donde pueden decidir volver al paraíso o inyectarse adrenalina, curiosos por recordar la adrenalina entran al laberinto de la desconfianza donde la inquietud, la envidia y el miedo se proyectan con la angustia. Ya había comenzado la metamorfosis, estaban naciendo humanos. Aturdidos por la misma metamorfosis, llegan a un bar. Se sientan y piden un tinto natural. Se miran a los ojos, casi temblando beben ambos su segundo primer vaso. Suspiran. Se vuelven a mirar y sonríen. Caín susurra el oído de Magdalena y en la siguiente mañana despiertan asqueados.
Vomitan sangre, son humanos

Dios no los busca, los ha olvidado

Perdidos en el abismo, sangran sus muñecas

Renacen las llamas, se han dejado

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